El valor de la discusión



 Platón y Aristóteles, en La Escuela de Atenas




Al hilo de una exposición en el CaixaForum, Agon, la competición en la antigua Grecia, y de la frase de Heráclito: La guerra es padre y rey de todas las cosas, y además al hilo de lo que está sucediendo en España y en su región catalana, y también al hilo de la negación de la discusión en la que los grupos humanos, por deseo de paz, tienden a vivir. Digamos que se puede hacer un arco iris de hilos competitivos. ¿Qué nos mueve más, el deseo de sabiduría o el de tener razón? ¿Qué nos mueve, ganar o participar?
Vivimos en un tiempo y lugar en el que siempre reina el respeto mutuo, sin embargo somos testigos de hechos horrendos de coacción, que sólo aprovechan ese respeto para abusar más cómodamente. La paz es una gran situación, sobre todo es una gran situación para la guerra, pues las víctimas están desprevenidas. Por ejemplo en Cataluña estaban formando soldados cuando aquí se vivía cada vez en mayor relajación. Se nos decía que alardear de la patria, y restregarla en el otro, o despreciar a los que no son como tú, es algo malo, que además lleva a conflicto. Eso dispuso la mejor ocasión de una gente llena de ambiciones, y cuando en Madrid íbamos para jubiletas sentados a la puerta, en Barcelona, la ciudad hermana, iban para gran neo-imperio.
Lo cual ha de llevar necesariamente a conflictos. Pero ésto no prueba que la vida sea mala, que el mundo sea despreciable. Prueba que el conflicto es inevitable en la vida.
Hay tribus que sólo viven el conflicto contra otras tribus o contra la naturaleza. Al ser pocos y débiles, necesitan contar todos con todos. Esta situación "ideal" les puede llevar a grupos homogéneos milenarios. Pueden estar seguros que la más mínima discrepancia ha de ser atajada en dichos grupos, pues no hay otra manera de que pasen miles de años y nada cambie. No digamos la aparición de quien se cree distinto, que se cree alguien por sí mismo. Ese es el típico expulsado, y nada más. Pasa en cualquier tribu homogénea.
Sin embargo hay cosas mejores. Instintivamente. El ser humano no es como las abejas o las hormigas. Tenemos unas capacidades enormemente superiores. Infinitamente. Cada uno de nosotros.  Semejantes a los dioses. 
¿Y cómo desarrollamos esas capacidades, sino porque las necesitamos para las luchas de la vida?
Por ejemplo en el tema catalán hay una guerra abierta por la Historia. Los independentistas dicen que en 1714 se invadió Cataluña. Se puede comprobar en cambio que no sucedió tal cosa. Pero ¿a quién le interesaría eso sino para cargarse de razones? En la discusión abierta entre unos y otros, unos y otros quieren cargarse de razones e indagan todo tipo de hechos. Si no llegamos a matarnos, acabaremos conociendo todo lo sucedido desde la aparición tardomedieval de Cataluña. No conocerá sólo uno, sino muchos en distintos bandos. Dicho aprendizaje abre ventanas, lleva a matizar las posturas irreales, y a entender al otro. Esa guerra por la Historia puede llevar, como suele pasar en las guerras, a algo así como la paz. (¿A quién no le gusta, en el fondo, descubrir verdades, aunque sean del contrario? En un primer momento ofenden, si perjudican nuestra táctica, pero son lo único que queda tras la batalla.)
Sin discusión, en cambio, aunque se crea un grupo homogéneo, no se aprende nada. Darse la razón mutuamente, un respeto que parte de que uno no es uno, sino solamente parte del grupo. Esas cosas llevan a los mínimos vitales, a no entender lo que sucede, y a guerras mucho más feas que las de la palabra, contra otros. Y siempre ha sido así y seguirá siendo.
El conocimiento es interesante como arma y coraza en la batalla, y muy poco como arma y coraza en el salón. Las cosas que se saben se saben para algo.
La lucha contra los obstáculos naturales a la vida ha creado la civilización, y lo volvería a hacer si volviésemos a la Edad de piedra. El resto del conocimiento se debe a nuestra necesidad vital de dar batalla. A veces a la defensiva, a veces al ataque, otras de manera competitiva.
Competimos entre nosotros constantemente y de ese modo nos mejoramos. Para ser más astutos, para ganar más dinero, o menos, o para ser los más buenos o los mejores amantes.
Hay gente que aprendió todo sobre la física de partículas discutiendo con los conspiranoicos del 11S, simplemente para vencerles y convencerles.
Los carnívoros tenían que ser informados de que estaban matando para comer. Los veganos han de saber que eso no lleva al infierno. En la discusión, se forjan nutricionistas, estudiosos de la moral, se sientan conocimientos ciertos.
Cuando las cosas se necesitan, cada pieza encaja en su lugar, cada cosa se entiende, y se aprende fluidamente.
Igualmente, cualquier niño lo vive de la misma manera. No hay interés en lo que uno no toma parte ni lo puede tomar, pues no es la guerra de uno.
De modo que simplemente esta distinción. ¿Para que hubiera hablado Aristóteles, si no hubiera sido para refutar a Platón? Y el milagro era que eso podía suceder. Hasta el punto de formar una cultura entera, la única que pinta algo, ésta en la que se argumenta seriamente, se prueba lo que se argumenta y se escuchan los argumentos contrarios. Una cultura entera debida a unos pocos años de discusión amigable, como pasatiempo.
¿Cómo va a aprender ningún niño nada, o nadie, sin poder discutir las cosas? Acatando cada dogma, pasando por cada aro, sin ni siquiera saber que puede jugar sus cartas. Aplastado. Es mucho mejor vivir solo que vivir así.







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